Este artículo está inspirado en la revolucionaria teoría de Bruce Lipton, biólogo celular norteamericano, y que tiene la particularidad de que su línea de investigación es una suerte de unión entre ciencia y espíritu.
¡Vamos allá!
A grandes rasgos se plantea que lo que condiciona a todo organismo vivo es su entorno físico y energético, y no tanto su carga genética. La cooperación es la base de la evolución para la supervivencia y no un acto competitivo entre los organismos más fuertes, y, finalmente, los seres humanos, como organismos vivos, no están determinados por sus genes, sino condicionados por el entorno y sobre todo por sus creencias, lo que los convertía en dueños de su destino.
Bueno, hasta aquí ya vemos que los defensores oficiales de la teoría de la evolución no estarán muy de acuerdo con esto, pero sigamos.
Se nos ha hecho creer que el cuerpo es una máquina bioquímica controlada por genes sobre los que no se puede ejercer ninguna autoridad, es decir, no los elegimos, los recibimos al nacer y ellos programan lo que sucederá.
Un interesante experimento trasciende lo anterior. Se cogieron tres grupos de células que se pusieron en tres placas y se cambió el medio de crecimiento y los componentes de medio ambiente de cada una de ellas. Curiosamente, en una placa se formó hueso, en otra músculo y en otra células liposas. ¿Qué fue lo que controló el destino de cada una de ellas si eran genéticamente idénticas?. El ser humano es quien controla en función de cómo lee el ambiente, de cómo lo percibe su mente. La conclusión es que no nos limitan los genes, sino nuestra percepción y nuestras creencias.
Cuando crees que los genes controlan tu vida tienes una excusa para considerarte una víctima. Algunos estudios apuntan a que hay enfermedades que sí, en efecto son causadas por un gen, pero que equivalen a menos del 2% de los malestares que sufre la población.
En principio venimos al mundo con unos genes que nos deberían permitir vivir una vida feliz y saludable (de ello hablaremos en el capítulo dedicado al propósito de la experiencia humana). Las dolencias más comunes como la diabetes, los problemas de corazón y el cáncer, son el resultado de la interacción entre múltiples genes y sobre todo de los factores medioambientales y no son el resultado de un único gen que se ha vuelto loco como se ha venido manteniendo. Y ojo, cuando digo factores medioambientales incluyo, y en lugar relevante, a los factores emocionales. Eso ha hecho creer que la mayoría de las enfermedades tienen una causa genética o hereditaria y que poco podemos hacer, así mucha gente vive en un constante miedo pensando el día en que sus genes actúen contra ellos y enfermen mortalmente.
¡Sigamos con estas atrevidas teorías!
Las células aprenden a través de la experiencia, de su contacto con el medio, y luego guardan una memoria que les permite adaptarse y anticiparse a los cambios. Es decir, son inteligentes. Se ha comprobado que esta memoria incluso se mantiene intacta en las células de los órganos que se han donado.
Ahora vamos a meternos un poco con los fármacos. La farmacología no entiende cómo está relacionada toda la bioquímica del organismo. Cuando tomamos una pastilla, no solo afecta al lugar donde tengo el problema, sino que también a muchas otras cosas a la vez. Los famosos efectos secundarios.
Si miramos dentro de un átomo veremos que hay electrones, protones, neutrones, etc.
¿Y qué hay dentro? Energía.
La investigación científica más reciente indica que el cuerpo humano responde a la física cuántica, no a la newtoniana. La mente es energía. Cuando piensas transmites energía y, probablemente los pensamientos son más poderosos que la química.
Maticemos. Vivir en un entorno sano no significa que siempre podamos curarnos de las enfermedades de forma automática. Aunque el entorno sea sano, la mente puede interpretarlo como negativo o perjudicial y crear una química que hará enfermar al cuerpo. Esto a su vez sirve para entender cómo funciona el placebo. Si cambio mi creencia y creo que algo me va a sanar, este algo me mejora y me cura, aunque sea un frasco de agua.
Cuando cerramos los ojos y visualizamos a alguien que amamos, nuestro cerebro segrega dopamina, oxitocina, etc. Lo podemos sentir en el cuerpo y esa química trae salud a las células. Por eso quien se enamora se siente tan bien. Pero si lo que visualizamos es algo que nos asusta o disgusta, segregamos hormonas de estrés, que frenan el crecimiento y apagan el sistema inmunitario. Por eso, cuando estamos bajo mucho estrés solemos enfermar.
Quien realmente tiene poder en la mente es el subconsciente, que es muchísimo más poderoso e importante que la mente consciente. Utilizamos el subconsciente el 95% del tiempo, pero no lo controlamos. La información del subconsciente se recibe en los primeros años de vida y muchos demuestran que muchas de las enfermedades que podemos desarrollar tienen que ver con la programación y el entorno que vivimos de niños, incluso en la etapa prenatal también recibimos estas influencias.
¡Gran responsabilidad para los padres!
Somos pura energía entonces, por qué tenemos un cuerpo y un espíritu?. Bueno, aquí entramos ya en aguas pantanosas porque el cuerpo lo podemos ver y tocar, pero el espíritu aún está en el mundo de las creencias. Pero por aquello de autocomplacerse podría decir que si sólo tuviera espíritu no podría saber a qué sabe el chocolate, y si sólo tengo cuerpo, cómo puedo emocionarme con una puesta de sol o sentir cuando estoy enamorado.
Lo que está claro es que vivir es un regalo y si experimentamos alegría por lo que sentimos estaremos más sanos.