No hay que buscar culpables ni debemos culparnos a nosotros mismos, pero nos han enseñado, o nos hemos acostumbrado, a mirar lo que nos ocurre de manera equivocada la mayor parte de las veces.
Hay algo en nosotros que es constante y que no cambia nunca pero que muchas veces no lo vemos o no lo creemos. Y, por otro lado, tenemos algo que siempre varía, que no es constante y a lo que le damos más veracidad y credibilidad…
Por una parte, tenemos lo constante, lo que no varía nunca. Somos nuestra propia consciencia que percibe nuestros pensamientos continuamente. Es decir, somos ahora, somos aquí, de manera constante.
Y por otra, tenemos algo que no es constante, que de hecho varía incesantemente y que para colmo es lo que creemos que es más cierto: nuestros pensamientos. Si nos fijamos bien son variables todo el rato, nos muestran una realidad que estamos creando.
Lo único que está allí desde el momento en que nacemos y nos acompaña siempre de manera constante y es nuestra única verdad es nuestra consciencia. En cambio, lo que hacemos normalmente es vivir identificados con nuestros pensamientos y no con nuestra consciencia, que en realidad, es la que sabe lo que tiene que hacer, lo que es mejor para nosotros.
Algo falla cuando le damos más sentido a lo que creamos mentalmente que a nuestra auténtica verdad o consciencia innata. Cuando nos identificamos con lo que pensamos creamos una realidad basada en ello y, sin embargo, no nos damos cuenta de que eso no es real, no son más que pensamientos aleatorios que varían constantemente.
Por poner un ejemplo, imaginemos cualquier situación de la vida. Inevitablemente nos provocará unos pensamientos al respecto con los que nos identificaremos y acabaremos creando una experiencia de vida de lo ocurrido según nuestra interpretación. En función de la emoción que sintamos, derivada de nuestro pensamiento, sabremos si esa experiencia es de bienestar o de malestar.
Aquí tenemos una de las claves, si observamos nuestras emociones frente a las situaciones que vivimos, veremos claramente qué tipo de pensamientos estamos alimentando. Si nuestras experiencias y emociones son de malestar, estamos alimentando pensamientos de confusión. En cambio, si son de bienestar, estamos alimentando pensamientos de claridad.
La naturaleza humana está diseñada para mantener siempre un estado de bienestar y claridad mental. Esa sería la manera correcta de ver y vivir nuestra experiencia de vida. El problema viene cuando desconectamos de nuestra consciencia y no nos damos cuenta de lo que nos ocurre en nuestro interior. En realidad, no es lo externo lo que nos causa bien o malestar.
La interpretación que hace nuestro pensamiento de cualquier situación es lo que nos acaba creando ese bienestar o malestar.
Ni para bien ni para mal, no son los demás los que nos aportan o nos quitan nada, somos nosotros mismos con nuestros propios pensamientos quienes acabamos creando nuestra realidad. Por tanto, es importantísimo ver desde desde donde estamos creando nuestra realidad. Si vemos lo de afuera como la causa de todo, o si vemos que la causa de todo está adentro, y que depende de nosotros.
Dicho de otro modo, cuando vivimos de lo exterior hacia dentro, vivimos desconectados de nuestra esencia innata. Vivimos sin saber a ciencia cierta lo que tenemos que hacer en cada momento porque estamos dando prioridad y credibilidad a lo variable, al pensamiento.
Y entonces ¿qué podemos hacer al respecto? Fijémonos en qué tipo de situaciones, personas, sensaciones o emociones estamos atrayendo a nuestra vida.
Insisto, no son las causas externas las que nos producen las experiencias de bienestar o malestar, sino que nosotros creamos el feeling de esa experiencia a través de los pensamientos y emociones que derivamos de ellas.
Darse cuenta o tener conciencia. ¿Lo que atraemos a nuestra vida, esas sensaciones y emociones que nos hacen bien o mal, tienen realmente sentido para nosotros mismos?
Saber identificar estos procesos es muy importante para simplemente darnos cuenta de que, en realidad, ya sabemos lo que tenemos que hacer en cada momento. Sólo nosotros mismos sabemos lo que necesitamos hacer en cada situación.
Fijémonos desde dónde salen esos pensamientos que tenemos y no los alimentemos. ¡Sólo son pensamientos! Hay que observarlos, no pelear con ellos, simplemente no creerlos.
Lo importante es hacer lo que tenga sentido hacer en cada momento. Y ver si lo que hacemos, lo hacemos desde la claridad y conexión con nuestra esencia innata o si lo hacemos desde la confusión, es decir, identificándonos con un pensamiento. No dejemos que una equivocada interpretación de lo externo arruine nuestra capacidad innata para estar bien.
Como Dostoyevski hizo decir a su personaje Kirilov:
El hombre es infeliz por que no sabe que es feliz. ¡Sólo eso!
Fiódor Mijáilovich Dostoyevski
Si alguien se da cuenta de que ya es feliz, eso es todo. En ese instante, todo está bien.”
Porque a ser uno mismo nadie puede ganarte. ¡Eres único!