Para Aristóteles la educación consiste en dirigir los sentimientos de placer y dolor hacia el orden ético.
La palabra educación proviene del término latino ēdūcere que etimológicamente significa el promover el desarrollo intelectual y cultural del educando.
Sería pues el proceso de facilitar el aprendizaje o la adquisición de conocimientos, habilidades, valores, creencias y hábitos de un grupo de personas que los transfieren a otras personas, a través de la narración de cuentos, de la discusión, la enseñanza, el ejemplo, la formación o la investigación.
Hasta aquí, definiciones más o menos oficiales o comúnmente aceptadas de lo que llamamos educación. Pero vamos a verlo desde otra perspectiva.
¿Qué significa educar?
Educar no es sólo transmitir conocimientos.
La razón por la cual nuestra actual civilización manifiesta tantas patologías sociales hay que buscarla en los núcleos familiares, independientemente del nivel socioeconómico y cultural. De forma demasiado frecuente, en las familias se manejan altos niveles de agresión, desarmonía, autoritarismo y desvalorización personal que producen en el individuo serios traumas psicológicos y limitaciones mentales. Es fácil verificar que los individuos responsables de la corrupción, la violencia y los problemas sociales a menudo provienen de familias desorganizadas y agresivas, con un bajo nivel de autoestima y de consciencia. Otras veces no, puede haber corrupción política en personas que provienen de familias socialmente estructuradas, aunque de bajo nivel de consciencia.
En la sociedad actual, niños, adolescentes, jóvenes y adultos somos incapaces de ser felices y de sobrevivir de una manera sana y respetuosa con los derechos de los demás y con el medio ambiente.
Evidentemente, la solución a cualquier problema comienza por corregir su causa.
Cualquier otro intento de solución será insuficiente para contrarrestar la creciente desarmonía social. Si no se ataja la causa, cada vez habrá más individuos causantes de problemas psicosociales.
Por tanto, el verdadero propósito de la educación no es transmitir conocimientos, sino contribuir al desarrollo saludable de las personas, las que, a su vez, puedan conformar una sociedad sana.
Los conocimientos son importantes, pero realmente ocupan un segundo plano dentro del proceso educativo. Un individuo con muchos conocimientos, pero sin una verdadera formación humana en los principios del amor hará mal uso de ellos y no desarrollará la capacidad de respetar a los demás ni a sí mismo.
Para comenzar a construir una sociedad sana, con un alto nivel de satisfacción humana, son necesarias dos actuaciones:
- Preparar a los adultos para que puedan asumir un verdadero proceso de orientación armónica con los niños.
- Desarrollar procesos de educación sustentados totalmente en los principios del amor.
Si se proporcionan durante la infancia las herramientas adecuadas para descubrir la vida, valorarla y amarla, los adolescentes y jóvenes de la sociedad del futuro tendrán la capacidad de aprovechar y respetar la vida. Construirán excelentes relaciones, tanto con sus padres como con las demás personas, aprovechando las circunstancias que se les presenten en su experiencia de vida. Como decía, el verdadero propósito de la educación no es transmitir conocimientos, sino ayudar a desarrollar individuos sanos.
Y ahora comparto una serie de afirmaciones que, como siempre digo, no sé si son verdades ciertas, pero que en cualquier caso nos pueden ayudar a reflexionar y a que nos cuestionemos algunos conceptos:
- Reconocer el error no implica culparse a uno mismo ni a otro.
- Aprender de los errores constituye la pedagogía del amor.
- Castigar los errores constituye la pedagogía del horror.
- Tomar decisiones, aunque nos equivoquemos. Permanecer indeciso bloquea, mientras que decidirse libera los bloqueos y permite que la energía fluya.
- Es imprescindible aceptar a nuestros hijos como son y orientarlos amorosamente.
- Si se aspira a educar con sabiduría es necesario deshacerse de las propias limitaciones mentales o, por lo menos, no transmitirlas a nuestros niños y niñas.
- Apoyar el destino de nuestros educandos, es decir, lo que han venido a aprender requiere firmeza.
- Apoyar su misión, es decir, lo que han venido a ofrecer requiere flexibilidad.
- Que la prudencia no anule nuestra decisión, pero que ésta no se vuelva imprudente.
- Una de las funciones de la personalidad es experimentar la vida.
- Utilizar las herramientas pedagógicas que todos conocemos: confianza, respeto, aceptación, asumir, valorar, actuar con serenidad, dar apoyo, comprensión, firmeza y flexibilidad.
- Abandonar las armas: castigo, prohibición, agresión, imposición e interferencia.
- Podremos amar la vida cuando veamos los problemas como oportunidades de aprendizaje.
- Al renunciar a toda forma de culpa o castigo dejamos de ser peligrosos.
- Con información, amor y firmeza conseguiremos hacer milagros en pedagogía.
- Y el ejemplo es siempre el mejor maestro.