En términos científicos, el pensamiento se puede definir como una onda de frecuencia variable dimensional que actúa como un canal de transmisión mediante el cual elaboramos el conocimiento y la percepción.
Cada vez que pensamos, sintonizamos un archivo interno que se abre, o sintonizamos una información externa.
El pensamiento puede cambiar su velocidad de propagación y su frecuencia vibratoria instantáneamente. Tenemos la capacidad de dirigirlo en sentido de emisión o de recepción, lo que nos permite pensar, percibir, traer información y aplicarla materialmente. Todo cambio dimensional es un cambio de frecuencia vibratoria que se mide en intensidad y velocidad.
Vibración de la percepción
Esto hace que con nuestros cinco sentidos percibamos sólo algunos niveles de frecuencia. Por ejemplo, en el caso de la vista podemos ver cuantas aspas tiene una hélice si está parada, pero no si va rápida. En el caso del oído tenemos el ejemplo de los infrasonidos y los ultrasonidos imperceptibles para nosotros y, en el caso de la vista no podemos ver por debajo de los infrarrojos o por encima de los ultravioleta.
Dicho lo anterior, podemos decir que todo pensamiento es una vibración de alta o baja frecuencia. Por consiguiente, los pensamientos que generan una vibración de alta frecuencia nos sumen en sensación de paz, armonía y equilibrio. Por el contrario, los pensamientos de baja frecuencia implican sufrimiento, rencor, odio, ira, miedo, etc. Además, al ser la mente emisora y receptora de ondas de frecuencia, la forma en que pensemos ocasiona que sintonicemos con niveles de información negativos de otras personas con frecuencias similares.
En el universo todo está en constante movimiento y vibración generando ondas que pueden ser captadas en forma de sensaciones o pensamientos. Incluso si las paredes están constantemente vibrando en su interior por los átomos que la forman, así también nuestras células emiten una vibración que captamos y transformamos en pensamientos de acuerdo con nuestra interpretación mental. Dicho de otro modo, cada persona, de acuerdo con su estado mental y su nivel evolutivo procesa positiva o negativamente la información que capta, pudiendo hacer cosas maravillosas o, por el contrario, destruirse.
Todo pensamiento es previo a cualquier acción. No hacemos nada que no hayamos pensado consciente o inconscientemente antes. Así nuestra condición mental es como nos sentimos y como nos comportamos. Las limitaciones mentales como el miedo, la desconfianza, la infravaloración, el rencor, la culpa, etc. mantienen atrapado el pensamiento en la zona de sombra que impide obtener éxito o satisfacción.
Hay mucha gente con la autoestima por los suelos. Normalmente tiene su causa en el proceso pedagógico de su niñez porque, aún sin mala intención, fueron educados desde el “no”, la prohibición, el castigo, y la persona acaba verdaderamente creyendo que no es capaz o que no merece. Nada de eso es cierto pero la persona lo cree realmente. Aquí tendríamos que aplicarse la transmutación de las creencias, pero de eso hablaremos más adelante. Cualquier experiencia negativa tiene su origen en una creencia falsa.
Tenemos las mismas posibilidades de pensar en positivo o en negativo. Depende de cada uno. El problema es que el pensamiento positivo hemos de entrenarlo para que ocurra de forma automática como sí ocurre con el negativo debido a la educación y la cultura que nos han instalado muchas ideas falsas y limitantes.
Para más adelante dejamos la posibilidad de profundizar en los pensamientos propios, los ajenos, los inducidos, y el poder de la mente. Y de cómo entrenarnos para pensar positivamente.
La maestría es el uso consciente y voluntario del pensamiento.
josep maria