Según Smallwood y Schiller (2006), la mente errante se define como un proceso mental durante el cual la atención se distrae de la tarea que se está llevando a cabo para focalizarse en el contenido que la mente produce de forma intrínseca.
Los seres humanos pasamos de media un 47% del tiempo despierto pensando en algo diferente a lo que estamos haciendo. En ninguna actividad, por atractiva que sea, pasamos menos del 30% del tiempo con mente errante, excepto cuando practicamos sexo. A diferencia de los animales, podemos permanecer mucho tiempo pensando en lo que no ocurre en este momento, en el pasado, en el futuro, incluso en cosas que sabemos que no van a ocurrir. Esto tiene un coste emocional.
Se sabe que cuando más feliz es la gente es cuando hace el amor, practica ejercicio físico o está en una conversación agradable. En cambio, es menos feliz cuando trabaja, descansa o usa el ordenador.
En otras palabras, la mente errante está negativamente asociada a la felicidad. Se calcula que lo que uno está haciendo en un momento dado sólo explica el 4,6% de su felicidad, mientras que el hecho de no estar en mente errante explicará el 10,8 de la felicidad. La mente errante sería pues la causa y no la consecuencia de la infelicidad.
Todos pensamos, pero pocos saben hacerlo bien. La fuerza de voluntad y mucho entrenamiento nos harán lograr que el pensamiento no sea automático, sino voluntario, dirigido y sostenido.
La forma de evaluar la información que existe en nuestra mente es mediante los resultados. Resultados internos como la felicidad, la paz y la capacidad de amar. Y resultados externos como las relaciones, la salud, la adaptación y los recursos. Que cada uno se puntúe. Si el resultado no gusta del todo, se debe empezar a entrenar dos hábitos: dejar de ser resistente al cambio y entrenar la flexibilidad mental, en resumen, no resistirse, adaptarse, no pelear, no juzgar. No estoy diciendo que seamos unos blandos o un todo me da igual. Podemos estar en total desacuerdo con hechos o personas y manifestarlo y mantener nuestra firmeza desde el respeto, pero lo importante es aceptar las cosas como son.
No vamos a cambiar los hechos o a las personas, es más, ni podemos ni debemos hacerlo, cada uno procesa la información que recibe en función de su estado mental y lógicamente también, la que emite.
La máxima eficiencia se logra cuando la mente está donde está el cuerpo. La energía vital depende del manejo conjunto de nuestro cuerpo y nuestra mente. La influencia de lo que ocurre sobre las personas, es únicamente la que ellas decidan darles. Si pensamos en negativo los resultados serán negativo y viceversa. Bueno, no tan fácil. El pensamiento positivo no suele ocurrir de forma automática como si suele ocurrir con el negativo. Esto se debe en gran medida a la educación que hemos recibido en nuestra cultura que ha instalado en nuestra mente muchas falsas creencias y muchos miedos.
La pereza y la rigidez nos ayudarán a encontrar excusas, pero como hemos comentado la única manera de conseguirlo es:
Esfuerzo + mucho entrenamiento = Motivación
Para los que encuentran excusas: algunos creen que la motivación no dura.
Bueno, tampoco es duro el baño, por eso se recomienda uno al día. ¡Y a algunos les cuesta!