Recuerdo que cuando yo era niño, con relativa frecuencia nos invitaban a hacer lo que llamaban un acto de contrición. Y, de alguna manera tenía su sentido.
En otras palabras, al igual que periódicamente nos hacemos una revisión médica, no estaría mal hacernos también una revisión de «conciencia». Es muy sencillo, consiste en hacer cuatro simples listas…
- la lista de lo que quieres,
- la lista de lo que tienes,
- la de lo que sucede alrededor y
- la lista de lo que te sucede a ti.
Y preguntarte ¿qué pasa cuando no consigo lo que quiero?, ¿qué pasa cuando no valoro lo que tengo?
¿Cómo es la vida?
La vida, por su propia naturaleza, es abundante y generosa y ha que disfrutarla ya que siempre ofrece opciones para que así sea, pero muchas veces no las aprovechamos porque no nos enteramos o no están de acuerdo con nuestro sistema de creencias o con nuestro ego.
Y aquí acabo de mencionar al gran protagonista de esta película: nuestro queridísimo ego.
Antes de ir a por el, vamos a destacar algunos de sus aspectos positivos. El ego es absolutamente necesario, especialmente durante la infancia, porque es lo que nos permite ser conscientes de nuestra individualidad, de que somos seres únicos, libres e independientes, en definitiva, tomar conciencia de nosotros mismos «ego sum». El problema empieza cuando ya ha cumplido esa función y por tanto debería quedarse en ese estadio (como los dientes de leche, cuando ya no sirven se caen), pero debido al sistema de creencias que nos ha transmitido la sociedad actual, en lugar de cumplir su función y basta, pues sigue creciendo hasta convertirse en nuestro propio monstruo.
El ego nos hace creer que sabemos lo que es bueno para nosotros y para los demás. Pero cuando no conseguimos lo que queremos buscamos culpables o nos culpamos a nosotros mismos y pensamos que la vida es injusta y que las oportunidades no son iguales para todos, etc.
El caso es que las oportunidades existen, la diferencia está en las personas que las ven y las aprovechan y las que no. Por tanto el ego culpa. Muchas veces la trampa está en el «yo quiero». Cuando queremos algo y lo conseguimos la satisfacción es temporal. Nuestro ego siempre quiere más, siempre quiere lo que no tiene, nunca está satisfecho, es insaciable. Nos pasamos la vida pidiendo cosas, algunas incluso con «buena intención»; pedimos que las cosas cambien a mejor, pedimos paz, pedimos que nuestros allegados estén bien…pedimos, pedimos. Pero normalmente nada ocurre como uno pide sino como tiene que ocurrir, y eso el ego no lo acepta, y por eso no fluimos, sufrimos y nos frustramos.
Pero ojo, quererse, valorarse y pensar en uno mismo no es egoísmo. Hablaremos de ello en otro momento.
Muchas veces hemos oído la frase «es ley de vida«. Efectivamente, existen una leyes que rigen la existencia y el funcionamiento de todo cuanto existe, el problema es que algunas no las reconocemos. Aceptamos que haya día y noche, verano e invierno, frío o calor, etc., porque son muy evidentes, pero no reconocemos otras. En cualquier caso, vivir de acuerdo con las leyes de la vida consiste en estar en paz, en ser feliz y en disposición de servir. Por contra, vivir en desacuerdo con las leyes es causa de sufrimiento, de malas experiencias, de falta de recursos de mala salud. Hablaremos de esas leyes más adelante.
Mientras, termino con dos reflexiones:
Tened una expectativa y encontrareis una desilusión».
La verdadera oportunidad es la oportunidad de aprender.»
JOSEP MARIA