“Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”. Como muchos saben este es el resumen de los diez mandamientos que Yavhé dictó a Moisés.
Entonces, si el propósito de la vida es amar, estar en paz, ser feliz y en disposición de servir y casi nadie lo cumple, ¿dónde está el problema?.
Una posibilidad es que, debido a nuestro sistema de creencias, nos olvidamos del propósito y directamente nos fijamos objetivos y esperamos resultados. Por ejemplo, ¿alguna empresa se funda con el objetivo de perder dinero y dar mal servicio?, ¿alguna pareja se junta con el objetivo de durar poco, ser infieles y tirarse los trastos por la cabeza?…
¿Y cómo es que estas cosas ocurren tan a menudo entonces? Pues por lo dicho: se habían fijado objetivos y se esperaban resultados, pero se no habían planteado correctamente el propósito. Y para cualquier proyecto en la vida, ya sea personal o profesional, el propósito debe ser siempre el mismo: estar en paz, ser feliz y en disposición de servir, en definitiva, de amar.
¿Y dónde empieza el amor? En uno mismo. Sólo si te amas a ti mismo es cuando puedes amar verdaderamente a los demás, porque no se puede dar lo que no se tiene.
Vamos a ver pues cómo lo podríamos hacer para aprender a querernos un poquito más y subir nuestra autoestima.
La sociedad nos ha enseñado que pensar en uno mismo es egoísmo. Eso es totalmente falso y la causa de muchos casos de baja autoestima. El egoísmo es otras muchas cosas, por ejemplo, es no aceptar las cosas o a las personas como son y querer cambiarlas para sentirnos nosotros bien.
Para pensar correctamente en uno mismo hay que auto-valorarse, lo que nos lleva a conocer y potenciar nuestros valores. El primer paso consiste en evitar la baja autoestima. A menudo nos han educado desde el no y la prohibición “tú no sirves para nada”, “todo lo haces mal”, “esto no se hace, esto no se mira, esto no se toca”, etc. Y claro, el resultado es una baja autoestima, que hace que cueste mucho creer en nosotros mismos, que nos creamos incapaces o inútiles, que sintamos que los demás son mejores, y que siendo así, no se puede ser feliz. Es un autochoque con nuestra verdadera esencia.
Autoestima
Empecemos durante unos minutos al día a pensar en positivo, con más energía, con más alegría y demos muestras de afecto. Es importante dar y recibir afecto en forma de frases agradables, detalles, abrazos, etc. Es más importante de lo que creemos y además aumenta nuestra seguridad interna.
Hemos dicho auto-valorarse, es decir, reconocer nuestros valores. Y como valores podemos incluir nuestras virtudes y nuestros talentos, pero sólo si podemos apreciar resultados al aplicarlos porque un valor escondido no es un valor. Al igual ocurre con el talento. Todos tenemos algún talento concreto en el que sobresalimos, bien sea una habilidad (innata) o una capacidad (aprendida), pero sólo será útil y un auténtico talento si lo convertimos en una competencia (ser competente).
¡Pero ojo! ¡Otro peligro! Acabamos de decir ser competente, no ser competitivo. Esta sociedad también nos exige muchas veces a que seamos competitivos, es decir, a enfrentarnos, a compararnos, a sufrir si no ganamos, etc. y eso es una limitación y no un valor. En cambio, el competente simplemente siempre da lo mejor de sí.
Como decíamos, dentro de cada uno de nosotros hay un potencial de virtudes, talentos y valores, pero de los que utilizamos una mínima parte. El problema radica en que afrontamos las situaciones de la vida desde las limitaciones aprendidas, falsas creencias, convirtiendo las oportunidades en problemas, anulando nuestros propios valores y talentos y hasta pensando que no los tenemos.
Para fortalecernos hace falta un entrenamiento constante de algunos comportamientos: aceptar, asumir, agradecer, actuar. Esto nos ayudará a identificar nuestras mejores cualidades y potencialidades. Las limitaciones, los defectos, la ignorancia son algo temporal si queremos. En cambio, si utilizamos nuestras cualidades obtendremos nuestra mejor versión. A fin de cuentas, somos lo que hemos comprendido y la confianza que hemos depositado en nosotros mismos.
Excelente es aquel que se expresa desde sus valores.