Cualquiera de nosotros en algún momento de nuestra vida, hemos pasado por episodios de lucha, de conflicto, de sufrimiento, de dependencia.
Está claro que en esas situaciones no encontramos la felicidad que anhelamos y, que se supone, es lo único realmente importante que andamos buscando. Y es precisamente en estas situaciones cuando muchas veces lo único que queremos es un poco de paz. Y es justo ahí, cuando buscamos la paz, que volvemos a confundirnos porque nos cuesta distinguir entre el ser y el estar, es decir, estar en paz o tener paz
¿Hablamos un poco de ello?
Estar en paz
Estar en paz se puede comparar con el mar cuando está en calma, pero cuando llega una tormenta se agita y se forma un gran oleaje. En cambio el fondo del mar aún así, se mantiene en calma. Esto sería tener paz:
no alterarse ni reaccionar ante un evento externo, sino ser capaz de mantener la calma y la serenidad
Para estar en paz es suficiente con aislarse, pasear, meditar, ir al cine, escuchar una música relajante o cualquier otra situación que nos garantice que no vamos a alterarnos y nos distraiga. Estar en paz es un estado transitorio, mientras que tener paz es un estado permanente. La paz temporal se produce cuando nos aislamos de las situaciones que no podemos manejar para no permitir que nuestra energía vital descienda a zonas de oscuridad. La paz permanente, por su parte, es imperturbable. Una persona muy evolucionada no necesita aislarse, porque está entrenada y no permite que ninguna situación externa altere su paz, por lo que su energía vital se mantiene siempre en la zona de luz, donde hay comprensión y claridad mental. Para ser sincero debo decir que no conozco a nadie que esté 24 horas en zona de luz. Creo que tampoco se trata de eso, pero el mismísimo Stephen Hawking comentaba que cuanto más tiempo permanecía en la zona de luz, más llevaderos eran sus momentos en la sombra.
Tener paz
Podríamos decir que tener paz es igual a no tener conflictos. Para tener paz es necesario un entrenamiento constante y aprender a manejar adecuadamente correctamente las herramientas de respetar y de asumir la realidad tal como es. Esto significa aprender poco a poco a no enfrentarse a nada ni a nadie y también a dejar de reaccionar ante los acontecimientos externos. Naturalmente seguiremos teniendo instintos y emociones y estaremos o no de acuerdo con los sucesos que nos rodean, pero nuestro propósito será el de mantener siempre la calma.
Tendremos paz absoluta si respetamos a todas las personas en sus ideas, costumbres, creencias y comportamientos, así como en su derecho a tomar sus propias decisiones. Es decir, si renunciamos a criticar, juzgar o castigar a los demás por cualquier motivo. Debemos pensar y comprender que cada uno hace siempre lo mejor que puede lo mejor que sabe, y nadie es quien para juzgarlo. No es fácil. También tendremos una paz invulnerable si asumimos el resultado de las decisiones que tomamos y de nuestra experiencias de vida, y si aceptamos que nuestros pensamientos y sentimientos los generamos nosotros y no los generan lo que sucede a nuestro alrededor. Y mucho menos lo que piensan, dicen, hacen o dejan de hacer los demás.
Cada día tenemos la oportunidad de practicar y verificar si realmente tenemos paz o sólo estamos en paz. En realidad tenemos que darles las gracias a nuestros queridos “maestros”, que son las personas que nos pone la vida delante para que aprendamos precisamente a no perder la paz.
Nuestros mejores entrenadores/maestros suelen ser el jefe, la pareja, los hijos, los padres, los amigos que le dicen a uno las “cosas claras”, el que nos toca la bocina cuando vamos conduciendo y, en definitiva, todas las personas que nos hacen “perder los nervios”. A todas ellas tenemos que agradecerles la oportunidad que nos dan para aprender a conseguir una paz invulnerable. Sí, ya sé que suena bonito y pero no es nada fácil pues en esas situaciones, el instinto nos hace reaccionar de otra forma .
De ahí que hay que entrenar constantemente nuestra manera de pensar y reaccionar, sabiendo que la mejor defensa no es un buen ataque. La mejor defensa es no sentirse atacado y saber que nada ni nadie puede hacernos nada, sólo es nuestra interpretación de las cosas lo que nos puede perturbar.
Toda dificultad nos enseña a no perder la felicidad, ni la paz, ni la actitud de servicio, ni la capacidad de disfrutar de la vida.
La paz comienza en uno mismo. No se puede obligar a nadie a estar en paz, y mucho menos a tener paz. La paz no se consigue luchando contra el mal, ni tratando de imponer el bien. Decir que “se lucha por la paz” es realmente incoherente. ¿Cómo vamos a hacerlo, si resulta que la lucha ya no es paz? Lo apropiado sería decir que “trabajamos” por la paz, y que es un trabajo interior, pues solamente podrá tener paz aquél que se dedica a trabajar sobre sí mismo y no sobre los demás.
Para comprenderlo es necesario establecer un sistema de educación para la paz que se inicie desde la más tierna infancia. Esto requiere que los padres y las demás personas involucradas en la educación decidan asumir un verdadero comportamiento pacífico, sustentado en una comprensión profunda del amor. Si valoramos lo que aprendemos de las dificultades y las consideramos únicamente como herramientas que nos pone la vida delante para nuestro aprendizaje y evolución, empezaremos a buscar soluciones en lugar de centrarnos en los problemas. Y conseguiremos un estado de paz interior, independientemente de si las demás personas aceptan esas soluciones o no.
Es importante saber que todo lo que se comprende produce paz. A la ignorancia le corresponden ciertas situaciones que no son agradables, mientras que, a la comprensión, a la sabiduría y a la verdad les corresponden resultados satisfactorios. Por lo tanto, cada uno obtiene los beneficios o problemas que él mismo genera dentro de sí. Se podría decir que el destino es propio de cada uno, y se corresponde exactamente con su archivo de ignorancia, es decir, con lo que aún necesita aprender.
Normalmente, lo que más nos hace sufrir son nuestras propias creencias. La mente del adulto sólo acepta información coherente con sus propias creencias. Para romper la resistencia que nuestro sistema de creencias pone a nuestros cambios evolutivos, a veces la vida utiliza como herramienta los sentimientos. De esta manera, ante eventos externos que nuestras creencias (limitantes) no pueden aceptar, se generan altísimos niveles de sufrimiento. A partir de cierto momento donde la persona no resiste más intensidad de sufrimiento, se produce un fenómeno mental a modo de grito de auxilio:
«¡Ya no quiero sufrir más!»
Es a partir de ese momento cuando la mente ya está lista para aceptar nueva información que le permita liberarse del sufrimiento y de las limitaciones aprendidas inicialmente.
La saturación de sufrimiento rompe el sistema de creencias y da paso a la búsqueda de la paz interior y al desarrollo espiritual. Pero ¿nos podríamos ahorrar este proceso de sufrimiento? En gran medida sí. Algunos ya vamos tarde, aunque nunca lo es, pero de lo anterior se desprende la importancia de implementar una verdadera educación que permita que los niños desarrollen una mente flexible, para evitar después esa rigidez mental que necesitará altísimos niveles de sufrimiento para romperse. La persona rígida siempre toma la decisión de pelear o huir, mientras que la persona que posee flexibilidad mental, tiene más opciones, mayor libertad para tomar decisiones de mayor sabiduría y menor sufrimiento. Una educación adecuada desarrolla una mente flexible, con bajos niveles de sufrimiento.
Resumiendo, podríamos decir que la paz interior es el resultado del trabajo interno y se logra cuando desaparece el conflicto interior.
Alcanzar la paz interior y asumir totalmente la vida nos permite ser independientes e invulnerables mental y espiritualmente.
No lograremos la paz interior luchando contra “lo negativo” e intentando imponer “lo positivo”, sino eliminando, aceptando o integrando “las sombras” e intentando estar en disposición de servir.
Contrariamente a lo que pueda parecer, mientras nuestra vida esté regida por creencias limitantes, seremos muy vulnerables.
Como decía, asumir de forma consciente nuestras propias decisiones significa renunciar a culpar a nada ni a nadie por lo que nos sucede. Debemos tomar una decisión y asumir el resultado. Asumir es renunciar a pedir que alguien haga lo que a uno le corresponde hacer.
Aprender a decidir con sabiduría, desde la comprensión, dará como resultado paz interior, liberación y éxito total en la vida. Las buenas decisiones son aquellas que nos producen sensación de paz independientemente de que los resultados sean más o menos los esperados.
En realidad somos manipulables cuando culpamos a los demás del resultado de nuestras decisiones. Dejamos de serlo cuando asumimos nuestras propias decisiones y sus resultados.
Y recordemos que quien vive, respira. Quien lee, aprende. Quien actúa, comprende. Quien practica, sabe… Estamos en paz.